domingo, 9 de febrero de 2020

CUANDO EL MAGNETISMO Y LA ELECTRICIDAD MARCHAN JUNTOS




Sin duda alguna los fenómenos magnéticos son sumamente interesantes, tanto que sus efectos parecen ser producto de la magia o del encantamiento.








Quizá lo más extraño del magnetismo radica en que sus efectos no se localizan dentro del imán, o del cuerpo magnetizado, sino que sus propiedades magnéticas se prolongan, fuera de él, en el espacio mismo. Por tal razón se dice que el imán crea a su alrededor un campo magnético.
Una experiencia sencilla es la de visualizar un campo magnético. Basta poseer un imán y colocar sobre el mismo una lámina de cartón espolvoreada con limaduras de hierro. Las limaduras fácilmente se orientan, si se dan unos golpecitos sobre el cartón, y nos muestran esos conocidos dibujos, los espectros magnéticos, que representan el campo de un imán.
Los hombres conocieron las maravillas de la piedra imán hace muchísimos siglos; sin embargo, el magnetismo comenzó a ser visto con distintos ojos desde que se encontró su relación con la electricidad. Desde entonces su importancia creció con notable celeridad.
Hasta 1820 los físicos no habían podido hallar una relación o un hecho que vinculase estos dos fenómenos. Había mucha analogía en la conducta de ambos y esto hacía que se sospechase la existencia de alguna misteriosa vinculación, pero ¿cuál era? Por otra parte se había observado que las brújulas magnéticas eran perturbadas por las descargas de rayos, que no son otra cosa que chispas eléctricas, pero faltaba el “fenómeno de laboratorio” que diera su palabra confirmatoria en lo experimental.
Veamos ahora cómo ocurrió un hecho muy gracioso que aclaró el misterio. El físico danés Juan Cristian Oersted, de la Universidad de Copenhague, se disponía a demostrar en su clase que la electricidad no tenía ningún efecto sobre el magnetismo. Iba a realizar su demostración por medio de una pila y una brújula, pues, como bien lo sabía Oersted, si se acercaba la brújula a los polos de la pila, no ocurría nada. Pero he aquí que ocurre lo sorpresivo, pues, por casualidad, Oersted unió los dos alambres que venían de los polos de la pila, e inmediatamente, para asombro de profesor y alumnos, la brújula se movió.
Así pues, Oersted demostró lo contrario de lo que se proponía, pero realizó un gran descubrimiento.
Esta experiencia, que también puede ser realizada por ustedes, es muy sencilla. Pueden observar que si se cambian las conexiones en la pila, es decir, si se invierten los polos, la brújula consecuentemente se desvía en dirección contraria.

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